Fiat
Stilo. Amarillo.
Asientos
traseros.
Floreció
el amor.
No
fue precisamente en primavera.
Construyeron
allí sus sueños,
cada
noche, cada instante
cuando
agobiaban los malos recuerdos
y los días injustos asomaban
en
los espejos retrovisores
asustando
el porvenir.
En
un verano tan gélido
como
la muerte, como el adiós
en
los terminales de aeropuerto;
cambiaron
de amor,
de
canción, de coche...
quedando
sin puerto en el que encallar
en
la soledad triste de la noche.
Londres.
Próximo destino.
Nueva
vida en un otoño
de
hojas caducas antes de empezar.
Teléfonos
apagados,
mudos,
como
las lágrimas
y la memoria.
Quizás
esté el Amor
en
aquel Fiat Stilo
amarillo,
¿lo recuerdan?
Me
pregunto si no debieran
pasar
a recogerlo.
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