Podría
contemplarte desnuda siempre.
Minuto
tras minuto, hora tras hora,
eternamente;
sin
bruma, sin cansancio, sin aburrimiento,
como
se contemplan las ciudades bellas y desconocidas,
calle
tras calle,
perdido
y desorientado
entre
las líneas de los mapas y tu cuerpo.
Sin
duda,
podría
cumplir de nuevo,
contigo,
los
años, los sueños adolescentes, el deseo;
aquel
sentimiento efímero que una vez cumplido
nos
deja insatisfechos,
como
el sexo, a veces,
como
la vida, casi siempre.
Y
sí, es cierto que podría rellenar mis soledades
con
la insensata cadencia de tus piernas,
amanecer
extasiado por el gozo anhelante de tu cuerpo,
vida
tras vida,
como
quien bebe un refresco
sin
prisa, sin culpa, sin aliento.
Podría
salir a oscuras cada noche, en silencio
cargado
entonces,
inútilmente,
de
odios, de rencores, de secretos.
Ser
infeliz, en suma,
con
la mujer que quiero.
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